viernes, 2 de septiembre de 2011

GUERRA CIVIL Y POSGUERRA EN CALSECA Y SU ENTORNO: LOS EMBOSCADOS DEL ALTO MIERA


Todos recordamos la Guerra Civil en España como uno de los episodios más cruentos de nuestra reciente historia contemporánea. Sin embargo, muchos desconocen las penurias que los habitantes de algunos pueblos y aldeas de Cantabria hubieron de padecer durante aquellos años de horror e insidia. Como testigo de aquellos acontecimientos presento aquí un breve relato de mis vivencias y anécdotas cuando era todavía muy joven pero sufrí en mis carnes tanta  barbarie.

Calseca es un pequeño enclave del Municipio de Ruesga situado en la divisoria de los ayuntamientos de Ruesga, Soba y San Roque de Riomiera. Debido a la distancia y a las dificultades de acceso que separan este lugar del resto de las unidades de población de Ruesga, sus habitantes embebidos en la cultura y tradiciones pasiegas, han vivido más en la orbita de San Roque de Riomiera y del pueblo sobano de Valdició con el que comparten la parroquia de Nuestra Señora de los Barrios. Con la constitución de los ayuntamientos democráticos en 1822 el antiguo Valle de Ruesga se dividió en dos municipios, Arredondo y Ruesga y como quiera que Calseca nunca había pertenecido al primero porque hasta entonces había sido zona de aprovechamiento comunal, pasó a depender administrativamente de Ruesga. En los años inmediatamente anteriores al estallido de la guerra, Calseca contaba con una población de hecho que triplicaba a la actual (49 vecinos en 2007). Por su parte, el municipio de San Roque de Riomiera tenía en 1930 ochocientos cuarenta y cinco habitantes por los ciento  de 2007.

Tras la proclamación de la República el 14 de abril de 1931, y conforme a los resultados de las elecciones municipales celebradas el día 12, se constituyó el ayuntamiento republicano en San Roque integrado por:


AYTO. SAN ROQUE DE RIOMIERA
20 de abril de 1931
Alcalde
Vidal Ruiz Abascal
Primer teniente de alcalde
José Barquín Ruiz
Regido síndico
José Fernández Ruiz
Concejales




Manuel Setién Gómez
Juan Abascal Marañón
Fernando Cobo Ruiz
Vicente Ruiz Lavín
Paulino Barquín Ruiz


Tras el triunfo del Frente Popular en las elecciones generales de febrero de 1936, una de las primeras medidas del nuevo gobierno, fue la destitución de algunas corporaciones municipales consideradas “desafectas al régimen republicano”, mediante órdenes del Gobernador Civil de Santander y sustituidas por gestoras integradas por personas afines al Frente Popular: 

 


SAN ROQUE DE RIOMIERA
28 de enero de 1937
Alcalde
Fernando Cobo Ruiz
Concejales



Julio Cobo Gómez
Benito Cobo Fernández
Celestino Fernández Barquín
Vidal Marañón Cobo










Al estallar la contienda el 18 de julio de 1936 y quedar Cantabria en la zona gubernamental, el frente quedó estabilizado al otro lado del Portillo de Lunada, más allá de Las Machorras, entre Bárcenas y Espinosa de los Monteros, registrándose algunos combates importantes que no afectaron al Valle del Miera. A principios de 1937, las autoridades republicanas de Santander disolvieron todos los ayuntamientos de Cantabria y en su lugar se constituyeron unos consejos municipales que asumieron sus funciones:


 
SAN ROQUE DE RIOMIERA
28  de enero de 1937
Presidente
Prudencio Peña Cortés
Vicepresidente
Fernando Cobo Ruiz
Síndico
Paulino Barquín Ruiz
Consejeros

Alberto Ruiz Ruiz
Alfredo Ruiz Cobo


  
La represión republicana causó según la Causa General dos muertos entre el vecindario de San Roque. Eran cuñados y estaban escondidos, siendo descubiertos y asesinados a finales de octubre de 1936. A ellos hay que añadir dos forasteros asesinados en distintos episodios,  y otro vecino asesinado al parecer en Asturias entre agosto y octubre de 1937, así como cuatro naturales de San Roque que vivían fuera de la comarca.

Las tropas nacionales entraron en esta zona alta del Miera en torno al 29 de agosto de 1937, después de la caída de Santander y de la rendición de las tropas vascas en Santoña. La ofensiva se produjo por los valles del Besaya, Pas y Pisueña, y más tarde por la zona oriental, quedando el Valle del Miera al margen de la ofensiva, por lo que su ocupación se demoró aún unos días, aunque no hubo resistencia alguna.

La represión franquista causó la muerte a siete vecinos y seis naturales domiciliados en otros municipios, de entre los cuales algunos fueron fusilados o murieron en la cárcel, si bien, la mayoría cayó en relación con el fenómeno de los emboscados y la guerrilla antifranquista, lo que dio lugar a que la represión se prolongara en el Valle del Miera varios años más hasta mayo de 1948, fecha en la que desaparecen los últimos emboscados.

Llegaron dos compañías de guardias de asalto y después miles de soldados, que peinaron los montes, registraron todas las cabañas y practicaron innumerables detenciones y malos tratos. Se decretó la “evacuación” de las cabañas entre abril de 1940 y enero de 1941, concentrándose a toda la población y sus ganados de esta zona de montaña, en la Plaza de San Roque, donde pronto hizo estragos el tifus, muriendo personas y animales. Teniendo en cuenta el poblamiento ultradisperso de esta zona de la montaña pasiega y la dedicación exclusivamente ganadera de sus habitantes, no es difícil imaginar la catástrofe que supuso la “evacuación”, mientras una parte de la partida del “Cariñoso” permanecía escondida en la ciudad de Santander. En el otoño de 1941 este grupo quedó descabezado tras una redada, pero algunos supervivientes formaron dos años más tarde la denominada “Brigada Malumbres”, que mantuvo la actividad guerrillera hasta septiembre de 1947 o incluso mayo de 1948, cuando la mayor parte de sus integrantes se escaparon a Francia.




Pepe en el escondite de la Brigada Malumbres en Collaoespina

Calseca fue uno de los tantos pueblos de la montaña de Cantabria que sufrió calamidades durante la Guerra Civil y la Posguerra. En las elecciones de 1936 había dos  formaciones, las derechas o nacionales y las izquierdas o republicanos. Los vecinos de Calseca votaron a la derecha y cuando el 18 de julio estalló la guerra, había en el Ayuntamiento de Ruesga un alcalde comunista y en todas las zonas retiradas en los ayuntamientos se formaron frentes populares todos ellos escogidos de la extrema izquierda y una parte de esos empezando su trabajo fue el desvalijamiento de las iglesias, quemando y destruyendo las imágenes religiosas  y haciendo los mercados dentro de las iglesias y estos fueron los primeros odios de los vecinos y más en los pueblos pequeños donde todos se conocían. A finales del verano los republicanos veían que la guerra iba para largo y sometieron todos los alimentos a racionamiento para que todos los vecinos tuvieran el mismo derecho. Los vecinos de Calseca no sabían que hacer porque ellos eran de derechas y el entonces alcalde de Ruesga era comunista. En Valdició estaban igual y dos vecinos fueron al ayuntamiento de Soba y los metieron en la cárcel, así que los vecinos de Calseca no sabían que hacer y entonces se reunieron todos en concejo abierto y acordaron ir dos de Arredondo que era amigo de ellos y ellos sabían que era amigo del alcalde.

Los vecinos que les tocó cumplir esa misión fueron Manuel Cobo y Manuel Crespo y les , puesto que él ya sabía que habían votado a las derechas pero que  bien porque el alcalde les recibió con cortesía y lo primero que les dijo fue que para ir a donde él no tenían que llevar escolta y que el ya sabía que habían votado a la derecha pero que él era el alcalde de todos los vecinos del ayuntamiento de Ruesga ya fueran de izquierdas o de derechas.

Al día siguiente se personó en Calseca en un coche con un saco de harina y otro de azúcar y varias cajas de leche y como pudo lo repartió a partes iguales a todos los vecinos y acordaron que los dos que fueron a visitarle al ayuntamiento, fueran con caballerías por el puerto de Culladoespina a traer el racionamiento que les pertenecía a todos los de Calseca, tenían que pasar por Bustablao y Arredondo para llegar a Riva y se repartían las cosas estos los traían y repartieon hasta que les tocó marchar al frente y las siguieron Joselón y Eusebio y siempre con problemas pues nunca lo hacían a gusto de todos los vecinos de Calseca y Valdició que no estaban en la guerra y tenían un frente aquí porque tenían que luchar contra los del frente popular de San Roque que querían saquear la iglesia de los Barrios pero supieron defender con uñas y dientes primero escondiendo las campanas en una cuadra, el cáliz y otras cosas en una colmena, trancando la iglesia y enfrentándose con los propios funcionarios del Frente Popular.

A principios de aquel otoño, un vecino de San Roque enseñó […] a Burgos al secretario de Miera y a un yerno que estaban los nacionales y lo vió una señora de San Roque y le denunció y este estaba en bodas en una cabaña en Calseca y a media noche vinieron a por él y medio desnudo le llevaron a San Roque para darle el paseo, pero un señor de San Roque que tenía poder en el frente popular les dijo que le dejaran pasar para que se vistiera y la mujer de éste le abrió una ventana y le dijo que escapara y tres cabecillas que no le habían dejado entrar en el frente popular fueron y le denunciaron en Santander y de allí mandaron un batallón de la […] y estos vinieron a San Roque, llevaron al Barco al que había comprado el ternero y no le fusilaron porque cuando la revolución de octubre había dado posada a un señor de la alta sociedad de Santander que le salvó la vida y entonces mataron a un muchacho que no tenía nada que ver en política y les dijeron a los del frente popular que si no cogían al que había vendido el ternero irian todos ellos al Barco y aquella misma noche cuando iba a por algo comida lo mataron y estas muertes trajeron secuelas muy duras por estos pueblos y en aquel largo invierno de 1936 y 1937 la vida aquí fue muy dura, los hombres estaban en la guerra, los ancianos, las mujeres y los niños no dormían por todo lo que veían alrededor y cuando en agosto de 1937 cayó Santander fue horrible, primero la desbandada y la confusión que se generó porque nadie sabía que el que pasaba por la puerta pidiendo algo de comer no se sabía de que bando era y en medio de esta confusión los de los frentes populares de las zonas cercanas temiendo por sus vidas se fueron al monte y para desgracia de Calseca lo hicieron a la Garma de Bordillas y Uyociervo ambas […..].

El propio Sebastián Revuelta, por aquellas fechas Alcalde de Ruesga, el día que cayó Santander por los nacionales cogió el coche de linea en la capital camino de Arredondo y en el Alto de Alisas se bajó y por las montañas marchó con destino a Calseca porque se acordó que se había portado bien con aquellos vecinos y así fue cuatro días desde la Peña el Butro […] mirando lo que hacian los vecinos de Calseca y balgunos le dieron comida y ropa y así comenzó sus andanzas por las garmas de Calseca, pero este hombre no se quiso arrimar a los que habían escapado de los frentes populares y se unió a un grupo de mozos que estaban escondidos por no haber ido al frente. Cuando habían sido requeridos. Los desertores de los frentes populares se valían los primeros meses de los víveres que sus familias les suministraban, pero era tal la carestía de alimentos a finales de 1937 y comienzos de 1938 que la gente no les podía dar comida y yo creo que no les quedó más remedio que atacar primero en las tabernas y luego en las casas de los vecinos más acomodados, como el caso de Valdició donde atracaron a casi todos los vecinos y a una vecina la exigieron mil pesetas y al negarse la agredieron y la amenazaron con llevarse con ellos a su hijo. Entonces no tuvo más remedio que acudir a casa de un vecino para que se las prestara y así fue, aunque este vecino no se percató de que la mujer tenía cinco mil pesetas escondidas en el refajo y las metió entre los pañales de la cuévana donde había un  niño pequeño. Entonces la mujer entregó a los atracadores las mil pesetas y se fueron. Se comprende que la mujer tenía miedo que la tocaran el refajo para al registrarla y de ahí que colocara esa suma de dinero en la cuévana. La sorpresa se la llevó la mujer del susodicho vecino cuando al cambiarle los pañales al niño se encontró con el dinero que tan bien les vino por la penuria que estaban padeciendo en esos momentos.




Juan Manuel y "El Ferroviario" en Lille durante el exilio franquista

Los emboscados no molestaban a la gente ni querían hacerles daño, fue la necesidad lo que les obligó a actuar así. Cuando un día atracaron la taberna de Lucas, se encontraba allí de paso un forastero oriundo de Valdició pero a quién el conflicto había obligado a permanecer en estas montañas. Este buen paisano les dijo que en su cartera tenía poco dinero y que no le importaba entregarlo por una causa justa, pero que los documentos privados que contenía no podía deshacerse de ellos. El cabecilla del grupo, posiblemente Rada, le explicó el motivo de los atracos y le dijo que no se preocupara por los papeles que no los querían.

Hasta el final de la guerra los atracos se sucedieron asiduamente y la Guardia Civil se las veía y se las deseaba para capturarlos dado las específicas condiciones de un paisaje tan abrupto y escarpado.  La mujer del conocido guerrillero Rada se encontraba embarazada y la Guardia Civil la mantenía vigilada, interrogándola permanentemente sobre el paradero de su marido. Uno de ellos ante sus constantes negativas a colaborar la preguntó si no era de Rada la criatura que llevaba dentro, a lo que ella le respondió que era de Hipólito el tabernero. Los guardias fueron a preguntarle y él reaccionó indignado hasta el punto de pedir un careo con ella para aclarar el malentendido, pero su esposa que era más astuta le dijo en privado que se trataba de una estrategia de la joven para despistar a la guardia civil.

El alcalde que entró en San Roque de Río Miera a las mujeres de los desertores del Frente Popular las cortó al cero el pelo, las purgó con aceite de ricino y las castigó a llevar piedras con el cuévano. A los familiares de los desertores les cobró un dinero con la amenaza de ir a la cárcel sino lo satisfacían, hasta que alguien lo denunció y entonces dejo la alcaldía, ingresó en prisión y no tuvo más remedio que devolverles el dinero recaudado ilícitamente hasta el final de la contienda.

Cuando el 1 de abril de 1939 finalizó la guerra, parecía que se abría una puerta a la esperanza y aquel mensaje del caudillo que decía que todo aquél que no tuviera manchadas las manos de sangre nada debía temer, fue un mero espejismo porque los pelotones de fusilamiento se hacían omnipresentes y centenares de españoles morían de hambre en las cárceles. En Calseca se sucedían los atracos y las fuerzas de orden público vigilaban de cerca de los familiares de los emboscados para conocer sus escondites. Con el tiempo se descubrió que la autoría de muchos de los atracos se debió a los falangistas.


Monolito en recuerdo de los caídos en San Roque


En Calseca, Juan Manuel Pérez había votado a los nacionales, pero al ser su suegro uno de los cabecillas del Frente Popular de San Roque, entró en él y después desertó escondiéndose en las garmas. Resultó que casi todos los vecinos de Calseca eran parientes de Juan Manuel y aunque nunca se le acusó de haber matado a nadie, todos los vecinos de Calseca fueron perseguidos por este asunto y a los parientes más cercanos les hicieron la vida imposible y mucho se debía a su fugaz estancia en el Frente Popular.

A finales de 1939 y principios de 1940, cuando todos esperaban la concesión de un indulto, el pueblo ardía por los cuatro costados, los emboscados atrincherados en las peñas y la Guardia Civil, la Guardia de Asalto y los falangistas por otro sitio. La situación era de lo más desesperante. Muchos pensaron que el Cariñoso estaba escondido por esta zona. Este conocido bandolero se había unido a los falangistas cuando entraron los nacionales, para perseguir al Frente Popular, pero al enterarse los falangistas de Liérganes vinieron en su búsqueda y cuando le llevaban detenido se escapó. Como ya le conocían, creo que nadie le quería en su cuadrilla y mira por donde le buscaban por aquí y estaba en Santander. Otros proscritos buscados fueron Rada y Agudo, distintos al Cariñoso, porque en los atracos no se metían con la gente. También se encontraban el de la Balda y Tampa, los Topos y el Ferroviario.

En junio de 1940 un batallón del Regimiento de Valencia ocupó militarmente Calseca, repartiéndose por secciones, unos en la Ribera, otros en la Tejera, otros en Mortero, en La Canal y en Bordillas, aunque no consiguieron atrapar a ninguno. Los militares no se portaron mal con la gente y de hecho los vecinos les dieron alimentos. Pronto evacuaron de la zona sin cumplir con sus objetivos de capturar a los emboscados. A la familia de Juan Manuel se la llevaron a la cárcel de Ramales y a sus padres y hermanos a la Provincial de Santander.

A comienzos de julio y ante la misión fallida de los militares, evacuaron a los habitantes de Calseca, Valdició y San Roque con sus ganados hasta la orilla del Miera, hacinándolos en la Plaza de San Roque. La situación se tornó insufrible ante la escasez de víveres y el hacinamiento de la gente. Se instalaron cuarteles en las zonas altas y quién quisiera forraje para el ganado debía disponer de una especie de salvoconducto e ir acompañado de dos guardias a lo largo de una zanja de dos kilómetros de largo por doscientos metros de ancho. Por entonces, era jefe de la Falange y alcalde de San Roque, Manuel Samperio, quién sacó de la cárcel a Joselón alegando que había defendido la iglesia de Nuestra Señora de los Barrios de ser saqueada como antes ocurrió con los templos de San Roque, diciéndoles que lo había hecho delante suyo y que por lo tanto no podía estar un día más allí y al día siguiente le soltaron. A Juan Manuel le cogieron en la Garma de Bordillas y le llevaron a la cárcel, aunque liberaron a sus padres y hermanos. Al “Cariñoso” lo acorralaron en Santander con los papales preparados para huir a México. Las gentes de Calseca, Valdició y San Roque continuaban con sus ganados cercados junto al Miera y padeciendo hambre. Fue entonces cuando el alcalde de San Roque, José Barquín, decidió ir a Santander para solucionar esta delicada situación y transmitírsela al Gobernador Civil, que lejos de recibirle ordenó su ingreso en prisión, viéndose su familia obligada a pedir ayuda a unas influencias que tenían en Madrid.
Los vecinos que querían subir a por hierba a los valles altos debían ir juntos en cuadrilla y escoltados por un escuadrón de guardias de asalto. La situación era límite y por suerte muchos familiares de estas gentes que vivían en otros pueblos de Cantabria acudieron en su ayuda y les proporcionaron forraje para el ganado y así fue transcurriendo el penoso otoño de 1940. A principios de 1941 se levantó la “evacuación”, y la gente regresó a sus fincas, si bien aquellos que habían bajado catorce vacas ahora volvían con seis y los que llevaron treinta ovejas, tan sólo regresaban con la mitad. Fue por entonces, el 2 de noviembre de ese año, cuando tuvo lugar un enfrentamiento entre la Guardia Civil y los emboscados en la Canal del Haya. Sorprendidos los segundos se desató una trifulca en la que murió uno de los guerrilleros, escapando el resto durante la noche por una salida secreta que tenía su escondite. Entonces detuvieron a los dos primeros que pasaron por allí, Alfredo Barquín de Calseca y Virgilio Trueba de Bustablado y los fusilaron, pensando que eran miembros de los proscritos. El miedo se apodero de los vecinos de estos valles por temor a una represalia ante lo sucedido. Pensaban que a ellos les podía ocurrir lo mismo que a esos dos muchachos inocentes.

Durante la Noche Vieja de 1945, Juan Manuel que por entonces trabajaba en el ferrocarril que pasaba por la Vega de Pas, volvió a escaparse y se unió a los emboscados de los montes de Calseca y San Roque. La Guardia Civil comenzó a presionar a su familia para que les facilitara su paradero y fueron constantes los interrogatorios y la vigilancia de su vivienda. En una ocasión el cabo dirigiéndose a la esposa de Juan Manuel la increpó por negarse a colaborar, amenazándola con meter a toda la familia en la cárcel, a lo que la mujer le respondió que en la cárcel le tenían (por Juan Manuel) y se les había escapado. Muchos chivatazos acababan con la detención de los emboscados y al arrestarles, les daban el paseo y a continuación les fusilaban. En otras ocasiones, eran los propios guerrilleros los que disponían de sus fuentes de información y así lograban evitar a la Guardia Civil. Esto fue una constante en los dos bandos durante la posguerra.

Durante los años 1946 y 1947, los emboscados pensaban que al terminar el conflicto internacional, los demás países de Europa acabarían por derrocar el franquismo en España, sin embargo, esto no ocurrió y los maquis fueron cayendo uno a uno, como les ocurrió a algunos en la Junta de Voto, mientras que otros huyeron a Francia. En septiembre de 1947, Juan Manuel, Los Topos y El Ferroviario, consiguieron llegar a territorio galo con dinero proporcionado por sus familias. Uno de los que no pudo escapar, fue disparado mientras ordeñaba por los vecinos de Bustablado encabezados por el cura de Arredondo. Otro miembro de la familia de Juan Manuel se entregó en abril de 1948. Se ponían punto y final a doce años de miseria y angustia que sacudieron  a las gentes de Calseca y de otras aldeas cercanas durante la Guerra Civil y la Posguerra.

Estas vivencias, anécdotas o episodios relatados por nuestros padres y que luego hemos transmitido a nuestros hijos, deben servir para hacer autocrítica de la etapa más negra y cruenta de la historia contemporánea española, para evitar se repitan aquellos desafortunados hechos que tanto contribuyeron a separar a los nuestros, cuando las ideologías radicales sólo servían para gestar el odio y la indiferencia. Aquí quedan estas líneas para el recuerdo de aquellas gentes del alto Miera que dejaron sus vidas en una inútil contienda, pero que lucharon por su territorio e idiosincrasia.



Fernando Obregón Goyarrola
José Pérez Setién